sábado, 18 de julio de 2015

Mensaje del Futuro

A continuación, otro de los relatos cortos que he publicado, en este caso en Aluzine de Fanzine 8 (octubre de 2014), que nació como argumento para una novela, pero decidí condensar en esta pequeña pieza.

MENSAJE DEL FUTURO

Tras el accidente de coche, mi gallardía había menguado. Ni todo el dinero del mundo, en mi caso heredado de mis padres adoptivos, puede salvarte del infierno del miedo. Mi empresa, ahora en manos de la junta de administración, sigue adelante dando suculentos beneficios, a pesar de estos tiempos de incertidumbre. Supongo que después de todo, he sabido invertir mi fortuna.
Han pasado dos años, y sigo encerrado en casa. Mi esposa, Elena, me abandonó, llevándose una parte de mi patrimonio (una pequeña parte gracias a ese bendito acuerdo prematrimonial que mi abogado tuvo a bien de insistir). Aunque no se llevó solo eso, también gran parte de mi autoestima. Ahora sale con un tipo 20 años mayor que ella, gerente de una empresa de nuevas tecnologías. Es lo que tiene investigar durante horas en las redes sociales. Internet se ha convertido en mi ventana al mundo. Una ventana tranquila, sosegada y, lo que es más importante, segura. Algún amigo me dice que estoy deprimido. No. Lo que pasa es que he despertado del letargo de la ignorancia. Mi instinto de supervivencia se ha hiperdesarrollado. No volverá a pasar, eso es seguro.

Llaman a la puerta, miro por el videoportero y solo veo un tipo con gafas de sol, algo despeinado, de mi estatura, aunque algo más delgado. Es muy tarde para que sean comerciales de telefonía o de seguros. Y no tiene pinta de Testigo de Jehová. Por unos instantes pienso en ni siquiera contestar, pero mi curiosidad me apremia, llevo días sin hablar con nadie. Así que descuelgo el intercomunicador.
- ¿Quién es?
- Buenos días – comienza con firmeza el desconocido - ¿El señor Gil-Martín, por favor?
- Sí, dígame, soy yo.
- Por favor, permítame charlar un momento con usted. Es algo… personal. Y delicado, para hablar por un porterillo.
- ¿Me puede decir qué desea? Estoy bastante ocupado – mentira…
Entonces, el hombre de la puerta se gira hacia la cámara directamente, se quita las gafas de sol y una sacudida recorre toda mi espina dorsal. Mi primera impresión es que me resulta exageradamente familiar. Décimas de segundos después, mi cerebro tiene otra certeza: él es prácticamente yo.
Nervioso, le digo que pase, pulsando con mi mano temblorosa el botón de apertura de la verja. Observo como el individuo entra, cierra a su paso, y se dirige presto hacia la puerta de la casa, a través del jardín. Abro la puerta, con la cadena de seguridad puesta, y miro asombrado el rostro del extraño visitante.
- Rubén – comienza a decir, mirándome con la cabeza ladeada a través de la rendija que deja la puerta entreabierta – creo que sabes quién soy, ¿verdad?
No consigo articular palabra, mi mente está en plena ebullición, casi creo que es un sueño. Finalmente, asiento con la cabeza. Él sonríe y continúa:
- Efectivamente, soy tú dentro de diez años.

Aunque una parte de mí se lo esperaba, el oírlo de su boca, con ese timbre de voz semejante al mío, algo más ronco, hace que comience a sudar frío. Entonces me fijo en los detalles de su cara, mi cara, pero demacrada. Sus ojos, algo cansados y con ojeras. El pelo, más largo y al moverse con el viento, deja entrever el cuero cabelludo. Sus dientes, de tono amarillento. ¿Cómo he podido convertirme en él?
- Rubén, no tengo mucho tiempo, – vuelve a dirigirse a mí, mirándome a los ojos con confianza – solo vengo a darte un mensaje, para salvarte. Para salvarnos.
- Pero dime… - comienzo a preguntarle, mas me interrumpe inmediatamente.
- ¡No! No puedo contestar a ninguna de tus preguntas, es muy peligroso. Solo escúchame: debes invertir toda tu fortuna en la compañía Axis Telecom. En el plazo de dos días. Confía en mí. Confía en ti. Todo irá a mejor, lo prometo.

Entonces se da la vuelta y se dirige hacia la verja de la calle de nuevo. De repente, se para en medio del jardín y mira hacia atrás. Mira su reloj y dice:
- En un minuto y medio, recibirás una llamada de teléfono. Es Borja, va a decirte que se casa en febrero. Por si quieres una prueba de lo que te he dicho.
Se torna de nuevo hacia la calle y se va lentamente.

En estado de shock, cierro la puerta y me dirijo hacia el teléfono. Hay una parte de mí que a la que le aterra la idea de que realmente suene. Otra que, supongo por la influencia de todos los libros de ciencia-ficción que he leído desde mi infancia, desea que ocurra. No hay tiempo para pensar en las opciones, mis pensamientos de ven interrumpidos por el timbre del teléfono, que parece sonar más alto y estrepitoso que nunca, como si se tratara de una llamada desde el mismísimo infierno.
- ¿Dígame? – balbuceo, tembloroso.
Es Borja, efectivamente. Me cuenta lo de su boda en febrero, pero apenas le escucho. Mi cabeza va a estallar. Tengo que hacerle caso… hacerme caso, e invertir en esa empresa. Llamo a mi abogado y lo dispongo todo para que Axis Telecom reciba una financiación de 25 millones de euros, toda mi fortuna, incluidas las acciones de mi empresa. Como buen abogado, intenta disuadirme de esta operación, pero no le doy alternativas, ni explicaciones, claro está. No me iba a creer, y no voy a dejar que me encierren en un psiquiátrico.

Han pasado ocho meses desde ese día. Ahora hago cola en un comedor social. Estoy arruinado. Axis Telecom entró en quiebra de forma fulminante un mes después de mi inversión. Los directivos se llevaron todo el dinero a paraísos fiscales y salieron del país. Averigüé, algo tarde, que esta compañía era subsidiaria de Sixa Group, la empresa de nuevas tecnologías del novio de Elena, mi exmujer. Mi amigo Borja estaba metido en el ajo, por supuesto. En fin, no era un buen amigo después de todo. Y sobre mi yo del futuro…

Mi madre biológica tuvo gemelos, y no podía permitirse criarnos a los dos. Tuve la suerte de ser adoptado por una familia adinerada. Mi hermano fue reclutado por Elena para esta complicada estafa, ella conocía mi afición por los libros de ciencia-ficción perfectamente. Él, falto de efectivo, accedió sin pensárselo dos veces. No era diez años más viejo, solo lo aparentaba por la mala vida que había llevado. Mala vida que comienzo a llevar ahora yo. Al menos, he recuperado el valor para salir de casa. Bueno, eso es fácil cuando no tienes casa donde encerrarte. Al final, todo ha ido a mejor, como me prometió.

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