Charlando hoy con algunos amigos sobre relatos, me ha picado el gusanillo de colgar en el blog alguno. Este en concreto fue publicado en Aluzine de Fanzine nº7 (marzo de 2013), aunque estaba escrito (en una primera versión) en 2010. Como casi todos mis relatos son ideas o conceptos que he barajado para guiones de comic o novelas, pero que terminan germinando en forma de microrrelatos (o relatos de tamaño mediano, como este).
UNA COPA CON COMPAÑÍA
Una noche más, solo y algo cansado, se dispone el señor López a tomar una copa en un pequeño pub cercano al hotel donde se hospeda. Su trabajo, desde hace años, le obliga a estar fuera de casa varias semanas al mes. Un trabajo que, en ocasiones, le entristece y deprime, principalmente por ese motivo, la soledad tras un día de duro trabajo. Aunque ese no es el único motivo. López también alberga ese sentimiento tan generalizado de no estar haciendo lo que, hace años, tenía planeado para su futuro.
La limpieza del local deja bastante que desear, por lo que apoya los codos con cuidado en la barra. La radio suena levemente y con algunas interferencias, escuchándose un tema de Aerosmith de los años noventa, por unos antiguos altavoces colgados torcidos en la pared. La canción es triste, pero enciende levemente una chispa de alegría en el interior del Sr. López, rememorando tiempos felices. El camarero, con un aire de indiferencia ante su presencia, le sirve el ron con coca-cola que ha pedido. Y, tras un pequeño sorbo, con los ojos algo lagrimosos por las burbujas del refresco que aun chisporrotean, vislumbra como entra alguien por la puerta principal del local. Su silueta le es conocida. Sí, una vez logra enfocar correctamente la mirada, muy a pesar de la pobre iluminación del garito, ve un rostro conocido. Es Pedro.
Pedro es uno de esos adolescentes crónicos que, con sus treinta y pocos años, aun cree que es lo suficientemente joven como para no tomarse en serio el trabajo y la vida en general, o al menos eso piensa López. Además, sigue con un idealismo casi enfermizo, y viste aun como Axl Rose en sus tiempos de gloria. Vaqueros gastados y medio rotos, zapatillas de deporte y camisetas de grupos de rock.
Todo lo contrario, si así se puede definir, es López. Justo en los cuarenta, se toma el trabajo tan a pecho que un día estuvo a punto de irse al “otro barrio”. No arriesga nada en la vida, por miedo a los cambios, y cree que está de vuelta de todo. Su aspecto, con una creciente barriguita, algunas canas en el pelo, que denota además una incipiente alopecia, y bolsas en unos cansados ojos. Ha llegado a ese punto en el que viste chaqueta y corbata, aun habiendo acabado su jornada de trabajo.
El saludo de Pedro no es demasiado afectuoso, aunque López no puede evitar esbozar una sonrisa, al menos porque esa noche no va a beber solo.
Se miran a los ojos, y Pedro no tiene que decir nada. López le pide otro ron con coca-cola. Parece que se conocen bien.
Permítanme aclarar que, aunque pudiera pensarse lo contrario, entre los dos no ha existido ninguna relación sexual o amorosa. En ocasiones, Pedro ha admitido, en alguna de las largas charlas con su amigo, que no descartaba la posibilidad de cambiar de inclinación sexual con los años. López, por su parte, dejaba bien claro que en ese aspecto no tiene dudas. Pedro le responde que parece mentira que aun se considere a sí mismo “progresista”.
En cambio, la conversación que están manteniendo en el pub donde se han encontrado esta noche es diferente. López le reprocha el hecho de que a su edad aun no haya encaminado su vida laboral. Pedro sigue defendiendo que con lo que va haciendo aquí y allá va teniendo lo suficiente para vivir con su chica. Su chica, una rubia de cara angelical y cuerpo exuberante, que recuerda haber visto López hace tiempo, sin entender qué hacía con semejante “desgraciado”. En ese momento, se acuerda también de que esa noche no había llamado a su esposa, la cual tenía algunas tallas más que la pareja de su amigo, por no hablar de las primeras arruguitas y la celulitis.
Pedro da un buen buche a su copa, saca una gomilla de un bolsillo de su chaqueta vaquera, y se hace una coleta en su descuidada melena. Una vez más, se pronuncia como López intuía, diciendo que espera poder grabar un disco con su grupo de música “indie” y ganar un montón de dinero haciendo lo que le gusta. Ya están enviando maquetas a distintas discográficas y esperan que el público termine por cansarse de tanta música comercial tipo “operación triunfo”.
López le interrumpe con una risotada un tanto desmesurada. Después, torna su cara a una seriedad algo forzada, y le dice que despierte de su sueño. Que la realidad es bien distinta. Echa un trago de ron y continúa aleccionándolo sobre cómo ser una persona útil, tener un hogar, crear una familia y poner los pies en la tierra en definitiva.
Insiste Pedro en la idea de seguir sus sueños. Cree que sólo nos podemos sentir vivos si mantenemos la esperanza de poder cumplir esos anhelos que tenemos desde nuestra más tierna juventud.
Mientras, López parece cansado ya de escuchar la misma canción tantas veces, pero con el tiempo y con el trato con sus clientes, ha aprendido a saber hasta donde hay que discutir. La conversación ha llegado a un callejón sin salida. No es sensato, ni útil, ni inteligente forzar a continuarla. Intenta cambiar de tema, hablando de cómo va su equipo de fútbol esta temporada y otras banalidades por el estilo. Pero Pedro no responde.
Tristemente, el señor López levanta la cabeza y ve que, aparte del camarero, que está recogiendo las mesas, está completamente solo en la barra del pub. Paga y sale a la calle. Hace frío, respira, deteniéndose en la puerta del establecimiento por un instante, y comienza a caminar.
Pedro López vuelve al hotel a descansar. Mañana ha de levantarse temprano. Un día más.
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