Después de haber dejado aparcada esta serie durante casi dos años, a falta de esta séptima y última temporada, finalmente he terminado de verla. Lo que era una prometedora serie que comenzaba allá por 2008, ha ido perdiendo fuelle de una forma tan gradual, tan progresiva, que al final la terminas de ver porque casi no te has dado cuenta de cuánto ha bajado el listón desde sus inicios. Personajes protagonistas que cada vez caen peor, e incluso se vuelven insoportables, como la principal, Sookie Stackhouse, a pesar de estar interpretada por mi querida Anna Paquin. Por no hablar de Bill Compton, que le dan tantas vueltas de tuerca (tanto a él como a su relación con Sookie) que termina por perder todo interés. Las continuas incorporaciones de personajes que nada aportan y argumentos algo previsibles no ayudan. Principalmente el tema de las hadas o los (ya manidos) hombres-lobo es algo que creo que motivó el descenso de mi interés por ella.
Pero hay que admitir que ciertos secundarios terminan por mantener la serie, como es el caso de los vampiros Eric Northman y su progenie Pam, u otros más secundarios todavía, pero que a mí personalmente me ha encantado su evolución, entre estos Sam Merlotte, Lafayette, la vampiresa Jessica y Jason Stackhouse. Otros que no aportan nada, o que simplemente aburren por sus tramas o incidencia en el argumento general son Alcide (el licántropo) y Tara, esta última es tan insoportable de humana como de vampiresa.
Alan Ball, el creador de la serie y de una de mis favoritas ("A dos metros bajo tierra"), nos ofrece un final de la saga algo decepcionante, pero que te termina por dejar un buen sabor de boca por la sensación de "buff... por fin se ha acabado...". Ciertamente ha sido todo un reto aguantar las últimas temporadas, solo motivado por esos momentos de humor con Lafayette o Jason, o, en el caso de mi mujer, por ver el torso de Eric Northman (Alexander Skarsgård).
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